Efeméride 23 de julio de 2020

Las cartas que salvaron al lehendakari Agirre

Gracias a esas misivas, Agirre logró escapar de Europa e instaló su sede en Nueva York durante el periodo que duró la Segunda Guerra Mundial.

Las cartas que salvaron al lehendakari Agirre

El 8 de mayo de 1940, la familia Agirre-Zabala viajó desde París hasta la localidad turística flamenca de La Panne para visitar a sus familiares exiliados en Bélgica. En ese momento, el lehendakari José Antonio Agirre no sabía cuáles iban a ser las consecuencias de aquella decisión. De hecho, a las pocas horas de reunirse con los familiares que deseaban ver, Hitler comenzó a atacar el Frente Oeste, en el que hasta entonces apenas se habían oído disparos. La primera consecuencia de aquel ataque fue que miles y miles de refugiados quedaron atrapados en Bélgica, entre ellos, Agirre. La otra consecuencia es que los nazis llegaron hasta Hendaya tan solo un mes y medio después.

 

Cuando se vio acorralado, Agirre hizo lo posible para regresar a París, pero no lo consiguió. Y puesto que no podía dirigirse hacia París, el Lehendakari solo tuvo un único medio de evasión: ir a Bruselas para, una vez allí, refugiarse en un colegio de jesuitas.

 

Tras ocultarse primero con los jesuitas y, más tarde, provisto de documentación falsa, en varios lugares con la ayuda de un diplomático latinoamericano, fue consciente de que la única vía de escape era cruzar Alemania y llegar hasta América atravesando Grecia, Suiza o la Unión Soviética. Así, Agirre tomó un tren hasta Hamburgo el 3 de enero de 1941.

 

El Lehendakari no estuvo mucho tiempo en la ciudad hanseática, pero fue allí donde dio el paso más importante para alejarse de las garras de los nazis. Al ver que necesitaba un fuerte apoyo y una importante suma de dinero para alejarse de la Europa ocupada, el Lehendakari escribió a su antiguo amigo Manuel Intxausti, para lo cual le resultó imprescindible la ayuda de la diplomacia dominicana.

 

Así, Agirre escribió dos cartas a Intxausti a Nueva York el 4 de febrero. En una de ellas, utilizó el seudónimo José Andrés Álvarez Lastra y, en la otra, firmó con su nombre real. Ambas misivas quedaron a cargo del diplomático dominicano Despradel, para que entregara la primera de su propia mano en América y depositara la otra en un buzón en Lausana (Suiza).

 

Las cartas viajaron de Europa a América sin ningún tipo de incidente y, en consecuencia, tal y como pensaba Agirre, Intxausti se movilizó para ayudar al Lehendakari. Una vez estuvieron las cartas en poder de Intxausti, recabó ayuda del presidente estadounidense y de cualquier funcionario que pudiera auxiliarle en la administración americana, sin dejar de lado otras instituciones. Al final, gracias a esas cartas, Agirre logró escapar de Europa e instaló su sede en Nueva York durante el periodo que duró la Segunda Guerra Mundial, además de ejercer como docente en la Universidad de Columbia. Todo ello, o la mayor parte, gracias a Manuel Intxausti.