Efeméride • 22 mai 2023
La fuga del fuerte de San Cristóbal, una de las mayores evasiones carcelarias de Europa.
La protagonizaron, el 22 de mayo de 1938, casi 800 presos -la mayoría republicanos- en la que era considerada una de las cárceles franquistas más inhumanas.
En los años de la Guerra Civil, el penal de San Cristóbal, en el monte Ezkaba, al norte de Pamplona, fue una de las más terribles cárceles de la zona sublevada. El 22 de mayo de 1938, un grupo de una veintena de presos desarrolló un plan de fuga. Las condiciones en las que vivían eran inhumanas, con mala alimentación, hacinados, enfermos, desnutridos, con mucha humedad y frío.
La mayoría de ellos eran republicanos y dirigentes políticos y sindicales, sobre todo, navarros, castellanos y gallegos. También había nacionalistas vascos. Se trataba de unas instalaciones con capacidad para 350 personas, pero en aquel momento había unas 3.000.
A la hora de la cena los reclusos implicados desarmaron a los guardias y cerca de 800 optaron por la huida y por alcanzar la muga. Sin embargo, sólo tres consiguieron atravesar la raya. Detuvieron a 585, mientras que 207 fueron asesinados en la “caza al hombre”.
Las autoridades militares aseguraron ante la prensa que los fugados no eran presos políticos, sino “presos comunes de la peor especie (...), un puñado de asesinos, atracadores y ladrones”.
Catorce de los 17 promotores de la fuga fueron sumariamente condenados a muerte y fusilados en público en el centro de Pamplona, el 8 de septiembre de 1938, tras un consejo de guerra.
De los tres fugados que consiguieron recorrer los 50 kilómetros que separan el monte Ezkaba de Iparralde, uno acabó en México, casado y con tres hijas; otro, regresó al Estado español para colaborar con el ejército de la República; y del tercero nunca más se supo nada.
En una entrevista concedida años más tarde, el afincado en México admitió que “no estaban suficientemente preparados para la fuga, pero que el hambre y las malas condiciones en la prisión los empujaron a huir”.
El director de prisión y el administrador fueron juzgados por vender de contrabando la comida en lugar de alimentar a los internos, pero el caso fue sobreseído.
En 2017, gracias a las indicaciones de un testigo que aún era un niño cuando tuvieron lugar los hechos, y a la labor de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, fue localizada una fosa común en Burutain (Valle de Anue) con restos de siete de los presos asesinados tras la huida de 1938. Todavía faltan muchos cuerpos por recuperar. Por ello, la importancia de que testigos como el que ayudó a hallar este enterramiento notifiquen sus testimonios con el fin de proporcionar la información necesaria para descubrir nuevas fosas y, así, dar respuesta a las reclamaciones de verdad y reparación de los allegados de víctimas de la represión franquista.